Siempre me he considerado un tipo normal y común, y ahora, que vivo solo, los demás me ven con otros ojos. Me ven con ojos de escepticismo. No pueden creer que yo, un hijito de mamá hasta hace un mes, me pueda valer por mi mismo.
Así es. La pregunta en mis días de ahora es: ¿Vives solo?, no te creo. Y yo, cansado de repetir lo mismo, digo que sí. ¿Y qué comes?, esa pregunta claro, me parece aún más inútil. Vivo solo, porque así lo decidí yo. Porque ya quería salir de ese ambiente cargado y denso que era mi casa. De ese lugar al cual un día llame hogar, y ahora solo es un edificio lejano en las nubes de mi pasado.
¿Y tus padres qué te dijeron? Por Dios, sean más ingeniosos. Mis padres, claro está, no estuvieron muy contentos con mi decisión. Sobre todo mi madre que, aferrada a mi mano, me dijo que no vaya, porque me iba a extrañar mucho. Y sí, me extraña. No es sorpresa que reciba una llamada de ella a la semana. Mi padre, demostrando su "dureza", me ayudó a mudarme y a aferrarme a mi decisión irrevocable. En suma, mis padres me desearon suerte, suerte en mi nueva vida de soledad.
En conclusión. Vivir solo también te da libertad. Sentimiento que no había experimentado desde hace mucho. Y no, no lo digo por mis padres. Lo digo por mis hermanas, porque ellas, por muy buenas que sean, pueden desquiciar a cualquiera, y miren que yo soporté por mucho tiempo. Para que luego no digan que soy impaciente.