Camino. Sacó mi dinero. Abro la bolsa. Soy como un niño en Navidad. Me emociono y huelo sus páginas. Huele a nuevo, si lo nuevo tiene olor claro.
Etiqueta Negra, una revista que es peruana pero parece de importación. En sus páginas se resumen historias, crónicas que recopilan grandes periodistas, grandes artesanos de la pluma. Quisiera ser como ellos, que viajan de aquí para allá, buscando anécdotas que contar, que nos comparten y deleitan con cada número de esta revista.
Comencé siendo su lector hace más de 2 años, cuándo ellos ya tenían poco más de un lustro de fundado. Cuando aún yo no tenía tanto manejo de las letras, aún empezaba y aún sigo empezando. Recuerdo que la primera vez que leí EN me demoré mucho en terminar una crónica, disfrutaba tanto de las narraciones de todo, que no podía perderme ningún detalle. Para terminar de leer toda la revista pasaron 3 semanas.
Desde ese momento supe que comenzaría algo nuevo para mi, algo grande, algo que se volvería en mi adicción, y que no podría dejarlo fácilmente, de hecho creo que nunca lo dejaré. En cada librería que podía ir no tardaba en comprar una. Pasaba por boulevares literarios y compraba más, aunque estas estén maltratadas, algo dolidas por un lector malvado que no las supo tratar, porque ellas también sienten, y cuando no las quieres no dejan que tú entiendas lo que lees. Así de fácil.
Etiqueta Negra marca, dentro del Perú, una nueva forma de hacer periodismo, que no afecte a nadie, que solo se limita a ser un observador que te cuenta las cosas como son, que te las dice de la mejor manera para que al final tú te termines enamorando de eso. Te amo Etiqueta Negra.