lunes

Cobarde

Cuando era niño hubo un suceso que me marcó para toda la vida. Desde ese momento, he sido un cobarde. 

Es de las pocas cosas que recuerdo de mi infancia. Tristemente, es un recuerdo malo, lleno de lágrimas, furia y angustia. 

Estaba con mi madre, yo tenía 5 años. Caminábamos rumbo a un mercado que quedaba cerca a mi casa. Siempre me gustaba acompañar a mi madre a comprar, porque aprovechaba para pedirle dulces o algún juguete que terminaría perdiendo. 

Íbamos de la mano. Recuerdo que faltaba poco para llegar al mercado, solo debíamos cruzar una avenida y ya. El semáforo da verde para los autos y tenemos que esperar. Recuerdo que estaba mirando el estante de una tienda, cuando de pronto veo que un hombre que no conocía se dirige a mi madre. Se acerca cada vez más. Ya estaba a un paso de mi y, sin ningún aviso, la jala del cabello a mi madre y le da un empujón.

Mi madre agarra aún más fuerte mi mano, y escucho que el tipo le dice algo. Por la forma en cómo mi madre se aferraba a mi, podía sentir miedo, pero también cólera. Con la mano que tengo libre, cojo una piedra, pero algo me impedía tirarla con fuerza a ese sujeto que intimidaba lo más preciado que tengo. 

Me pongo a llorar, la piedra sigue en mi mano. Un instante después, el hombre se va corriendo, con la cartera de mi madre. Y yo me quedé ahí, pasmado, con los mocos que se me salían. Mi madre se agacha y me abraza. Desde ese momento, soy un cobarde. 




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