Sus ojos de un marrón claro iban siempre entrecerrados. Él era inteligente pero se negaba a aceptarlo, no le gustaba alardear. Eso quizá fue lo que me llamó la atención, su humildad y rareza. Siempre podía sorprenderte con cualquier cosa, quizá con un objeto extraño, o con alguna respuesta que nadie en el salón sabía.
Su delgadez combinaba con la palidez de su piel. La historia de su vida era que su madre y su padre estaban separados; ella se fue a Japón, mientras su papá decidió quedarse. En su casa, mi mejor amigo también vivía con su tío, otro ser extraño. Nunca hablaba y solo hacía señas. Gritaba cuando la comida estaba lista.
A mi amigo lo conocí en la secundaria, cuando más necesitaba a alguien. Había pasado por la ruptura de un amor que aún recuerdo, pero que me he prometido no volver a ver.
Él estaba en un esquina, era el nuevo del salón. Yo en mi asiento de la segunda fila. No recuerdo cómo, pero empezamos a hablar después de unas semanas.
Ya hace más de 15 años que lo conozco, y aún él sigue siendo un misterio. No habla mucho de su vida. No sé si alguna vez tuvo novia o novio. Sé que su papá y su tío siguen vivos. Tiene dos hermanos, a los cuales no conozco. Cuando salimos, siempre termino hablando yo.
Espero volver a verlo pronto.
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